domingo, 17 de julio de 2011

CHICHI: UNA DULCE COMPAÑIA



             Hoy es un día particularmente triste en el que siento desde el fondo de mi corazón la partida de un pequeño amigo que durante siete años me dio su amor incondicional, su lealtad a toda prueba y su dulce compañía: mi mascota más querida.
            Llegó a mí por casualidad, rescatado de las  manos de un furtivo oferente que posiblemente lo distrajo de su primer hogar. Era un pequeño maltés, absolutamente blanco y de largo pelaje que lucía descuidado y que despertó la compasión de mi hija. Le puse por nombre Chichí  y de inmediato me encariñe con el y el conmigo. Su pequeña talla y su frágil apariencia contrastaban con la fuerza y vitalidad de nuestras otras mascotas, de mayor tamaño y carácter más alegre. El era delicado y apacible, selectivo y quisquilloso: tenía personalidad. Pese a  su menuda presencia fue capaz de hacerse respetar por los demás animales, dejando claro que para mí, él era el rey de la casa y como tal mandaba. Literalmente mandaba. Echado en mi regazo, frente al televisor o la computadora, observaba impasible el ir y venir de sus congéneres sin alterarse, sabiéndose seguro y protegido. Y cuando sentía que era hora de dormir, me arengaba desde la puerta del dormitorio, como quien exige cumplir con una obligación. El tenia sueño y yo debía acompañarlo a dormir. Se mantenía atento a mis movimientos en el arreglo de la cama y el cambio de ropa y cuando finalmente me acostaba, se acurrucaba a un costado, seguro de que no lo dejaría.
            A mi regreso a casa, cada día, su recibimiento era una fiesta de pequeños saltos con los que reclamaba mi atención, mi mano sobre su pequeña cabecita, como señal de reconocimiento y protección, bastaba para tranquilizarlo y devolverlo a su habitual placidez.
            Su periódica visita al veterinario, para bañarlo y peinarlo, le producía una súbita ansiedad, apenas subir al carro; pero en el viaje de regreso, su ánimo era el de siempre, como si conociera la ruta que lo devolvía a la seguridad de su hogar.
            Una de las cosas que ocurren con las mascotas, es que su tiempo de vida es sensiblemente más corto que el nuestro, por lo que al adoptarlas debemos estar conscientes de que su compañía, por prolongada que sea, siempre será más corta de lo que desearíamos y que en algún momento, antes de lo esperado, vamos a verlos declinar físicamente y en el peor de los casos, enfermar.  En esos momentos finales de su estancia terrenal, van a necesitar como nunca de nuestro cariño y comprensión, otorgándoles las atenciones que les permitan un digno reposo, lo menos doloroso posible. En sus mejores años nos dieron alegría y fidelidad, nos acompañaron en los buenos momentos y también cuando la soledad o la tristeza nos invadieron, devolviéndonos el ánimo con un gesto o con una travesura. Cuando el final de sus días se acerca, debemos retribuir el cariño recibido y hacerlos sentir que no están solos.
            Mi pequeño Chichi, como todos, comenzó a manifestar el paso de los años, su visión se hizo escasa, al igual que su audición, por lo que su olfato se convirtió en la guía que le permitía recorrer la casa sin muchos contratiempos. También su corazoncito se alteró y dependió de algunos medicamentos de forma permanente, sin embargo nada le impedía seguirme por la casa, lo que hacía cada vez con mas lentitud.
Pero a pesar de que su salud menguaba y de que sabía que no estaría conmigo por mucho tiempo más, no estaba preparada para una brusca e inesperada despedida. Habría tomado la decisión más difícil, de haber sido necesario para no hacerlo sufrir, pero un repentino paro detuvo su corazoncito y se fue sin agonía alguna, con la misma suavidad con la que siempre me acompaño. Siempre voy a recordarlo como una dulce compañía de la que pude disfrutar durante siete años, recibiendo su cariño, su lealtad y el calor de su pequeño cuerpecito en mi regazo.
(escrito en mayo de 2010)

sábado, 23 de abril de 2011

ELVIRA: SIN HOGAR TRAS UN DIVORCIO.



Hoy, después de diez años, Elvira se fue a dormir.
            Llego a nuestra casa de la mano de un amigo que, a su vez, tenía una amiga recién divorciada que se negaba a mantener consigo, como parte de la separación de bienes, a una preciosa Basset,  propiedad original de su “ex”.
            Elvira tenía entonces dos años y el amigo común nos consultó sobre la posibilidad de adoptarla, lo que por supuesto hicimos, conmovidas ante la triste historia de la perrita rechazada por sus dueños. Y todo por un divorcio del cual no era culpable. Como vemos, no sólo los hijos son afectados por la desintegración de un hogar, también suelen serlo las mascotas, que pierden la atención de sus dueños e incluso el interés por su destino. Y esto lo digo porque durante los diez años que Elvira nos acompañó, ni una sola vez su antigua familia se preocupó por conocer cual habría sido su suerte.
            Nuestra nueva amiga se adaptó rápidamente a su nuevo hogar. Eso si, no logramos que superara los celos que le producía alguna manifestación de cariño a cualquiera de las otras mascotas. Los toleraba sin problemas, hasta tanto no tuviera que compartir atenciones. Por tal razón, le reservamos un espacio en el que ella era la reina absoluta, un corredor que dejó de ser de uso común, para ser la residencia de Elvira, en la cual nos recibía con sus características muestras de amor, correteando y haciendo ruido con su grave ronquido de satisfacción.
            Fue una perrita sana y alegre, en pocas ocasiones hubo que asistirla con el veterinario y siempre respondió con rapidez. Cuando entraba en la casa, la recorría de punta a punta, con un trotecito que hacía bambolear su robusta figura. Con el tiempo su caminar se hizo más lento y sus cortas patas parecían menos ágiles. Su hocico marrón se fue cubriendo de canas y los párpados de sus lánguidos ojos se hicieron mas pesados. Nada de esto disminuyó a nuestros ojos la belleza de Elvira, que con sus largas orejas y su mirada inocente, nos cautivó desde el primer día.
            Así la vamos a recordar, juguetona, glotona y cariñosa, con su paso lento y sus lánguidos ojos, su gruñido grave y su especial carácter, que por tantos años compartimos y que nunca olvidaremos.

jueves, 14 de abril de 2011

TUBITO: BUSCANDO PROTECCION

           
           Es media mañana y me encuentro en una comunidad de precarias condiciones donde estamos iniciando un plan de reordenamiento total. Las precarias viviendas existentes, construidas con material de desecho, estan siendo desocupadas para dar paso a las nuevas construcciones de acuerdo al plan establecido y que me corresponde ejecutar.
            El hecho de encontrarme en plena actividad no me impide observar como un pequeño perro se aproxima lentamente al grupo de personas que conversan sobre el caso que atendemos. Con evidente cautela se acerca y levanta la mirada hacia las personas, aproximándose cada vez mas al grupo y quedándose muy quieto, como para no molestar. Alguien de la comunidad lo espanta, alegando que huele mal y el pobre animalito se retira amilanado. La escena se repite un par de veces. Y lo que yo siento es que el pobrecito animal está pidiendo ayuda, tímidamente.
            Continúo entretenida en el trabajo y algunas horas mas tarde, cuando trato de ubicar de nuevo al animal no lo veo. Pregunto a algún vecino si lo ha visto y me informa que ese animal está podrido y se fue a morir a un lugar cercano, donde se almacenan grandes tubos de concreto destinados al servicio de cloacas que pronto instalaremos en el sector. Conmovida me acerco al sitio señalado y compruebo que allí se encuentra el perrito, escondido entre los grandes tubos y aparentemente dormido. Temiendo lo peor, acudo a mi cómplice en estos casos, mi hermana Marilín, a quien hago llegar un mensaje de emergencia para que se traslade al lugar.
            Mi hermana, que sospecha de que se trata, acude de inmediato y el animalito es trasladado a nuestra casa. Marilín, que es veterinaria, verifica que se encuentra en mal estado, con una enorme gusanera alojada en la zona de los genitales y parte del abdomen. Le practica una cura y lo acomoda en un baño al fondo de la casa. Al día siguiente lo atiende de nuevo, pensando que a su regreso del trabajo ya no lo encontrará vivo. Pero al regreso lo que consigue es una mirada agradecida y una maltratada cola que intenta moverse como mensaje de bienvenida.
            El animalito, al que ponemos el nombre de Tubito, en alusión al lugar donde fue encontrado, es un mestizo pequinés, que tuvo que ser operado para poder salvarlo y en la intervención perdió pare de la cola y de los genitales además del control de los esfínteres, por lo que tuvo que mantenerse en las afueras de la casa que, por fortuna, tienen la suficiente amplitud como para permitir la presencia de unos cuantos amiguitos de cuatro patas. Le instalamos una casa en un lugar cercano a la puerta de mi casa y con absoluta libertad para moverse por el área que nos circunda, vivió feliz por unos ocho años.
            Tubito se convirtió en un precioso animal de abundante y largo pelo, con unos ojos que hablaban de lo bien que se sentía. Al sentirme llegar, salía de donde estuviera para postrarse a mis pies, esperando que lo acariciara como siempre hice. Este animalito fue muy especial para mi y siempre recordaré la imagen de aquel pequeño animal que se aproximaba con temor hacia lo que intuía era su salvación, la protección humana que tuve la suerte de poder darle.

domingo, 6 de febrero de 2011

Cachirula: un regalo de navidad

CACHIRULA: UN REGALO DE NAVIDAD

Es una noche de navidad y ya hemos concluido la cena familiar acostumbrada. Me dispongo a descansar cuando mi hermana me llama y me pide que vaya a ver algo que acaba de descubrir, cuando se acercó a cerrar la reja de acceso a nuestras casas. Acudo a su llamado y me pide que la acompañe hasta la calle y allí observamos un pequeño cachorrito abandonado, tiritando de frio y asustado en la acera de enfrente. Mi hermana me dice que eran dos, pero seguramente alguien se ha llevado uno. De inmediato levantamos al cachorro, que resultó ser cachorra y notamos que además de ser muy pequeña está totalmente invadida de piojos y pulgas. Marilín, que además de mi hermana es veterinaria, dice que hay que aplicarle algún medicamento externo que la libere de tan incómodos y dañinos acompañantes, como primer paso, además de darle agua y un poco de leche y ubicarla en un lugar seguro hasta mañana, a ver que hacemos con ella. Decido llevármela y colocarla en el lavandero, donde estará segura y bajo techo.
Que vamos a hacer con ella es un decir. Cuando algo como esto ocurre, yo ya se que voy a hacer, proteger a como de lugar a ese pequeño ser que el destino ha puesto en mi camino y que merece cariño y atención. Así que al llevarla a mi casa, ya sabía que allí se quedaría. Al día siguiente, la primera ocupación, en la que también participa mi hija, es ver de nuevo a la perrita que ahora detallamos con mas calma. Es mestiza, blanca con algunas zonas marrones, ojos amarillos y nariz rosada. Podría tener algo mas de un mes y es muy pequeña. Los piojos y las pulgas han huido, gracias a la acción del tratamiento aplicado por mi hermana, pero está bastante sucia y no huele bien. Un rápido pero concienzudo baño pone al descubierto un  pelaje abundante y en general, la belleza común a los cachorros, cualquiera que sea su raza, color, pelaje o condición. No hay nada que hablar, se queda. Y de inmediato lo que sigue es ponerle un nombre: Cachirula, que en el tiempo pasó a ser Cachi o Cachita. En fin, Cachirula vivió con nosotros durante catorce años, fue una perra sana y alegre, de buen tamaño, celosa guardiana del patio trasero que fue su hogar y que nunca quiso abandonar. Allí pasaba las horas persiguiendo animalitos o alertando ruidos externos, asomándose a las ventanas que alcanzaba con facilidad, inclinando graciosamente la cabeza como tratando de enfocar su atención. Un día, al verla en la mañana, noté que su mirada no era la de siempre, no saltaba con alegría al saludarla y al tocarla, me di cuenta de su estado febril. De inmediato la llevamos al veterinario que diagnosticó una piómetra, dolencia común en las perras que no han tenido descendencia, lo que exigía una urgente intervención quirúrgica que con premura se le practicó, con un resultado exitoso y una pronta recuperación.
En una ocasión, decidimos colocarla en la zona delantera de la casa, pensando que le gustaría estar al tanto de nuestras entradas y salidas, pero ella aulló incesantemente hasta que, al abrirle la puerta, corrió presurosa hasta el patio en el que continuó viviendo hasta el final de sus días, regalándonos su cariño. Su partida, como siempre, nos dolió, a pesar de que sabíamos que ya era su tiempo de irse a dormir a otro plano.
Cachirula resulto ser un hermoso regalo de navidad que mucho disfrutamos y que siempre recordaremos.

Saludo a los amantes de las mascotas

El presente blog es un sitio de encuentro y comunicación con nuestros lectores interesados en el tema de los animales domésticos y especialmente en un  trato digno hacia nuestras mascotas. Somos un grupo de personas dedicadas a la proteccion de los animales abandonados, traumatizados y maltratados. Mi experiencia personal con los animales, en particular con los perros, ha sido gratificante en todo sentido y puedo decir que es mucho lo que he aprendido de ellos, además del amor incondicional que herecibido.
Es por ello que he querido compartir mis experiencias con estos seres especiales, ya que cada uno de ellos tiene una historia que puede resultar interesante para aquellos que igualmente aman y respetan a sus animales.